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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[2088] • BENEDICTO XVI (2005- • EL TESTIMONIO DE UN VIDA FAMILIAR EJEMPLAR, INDISPENSABLE PARA LA RENOVACIÓN MORAL DE LA SOCIEDAD

Del Discurso Podczas swojej, al segundo grupo de obispos de Polonia en visita ad limina, 3 de diciembre de 2005

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1. Durante su primera peregrinación a Polonia, Juan Pablo II dijo: “De la cruz de Nowa Huta ha comenzado la nueva evangelización: la evangelización del segundo milenio. Esta Iglesia lo testimonia y lo confirma. Ella ha nacido de una viva y consciente fe, y es necesario que continúe sirviendo a esta fe. La evangelización del nuevo milenio debe fundarse en la doctrina del concilio Vaticano II. Debe ser, como enseña el mismo Concilio, tarea común de los obispos, de los sacerdotes, de los religiosos y de los seglares, obra de los padres y de los jóvenes” (Homilía para los obreros en Nowa Huta, 9 de junio de 1979, n. 3: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 24 de junio de 1979, p. 8).

Fue una de las primeras intervenciones –si no la primera– de mi gran predecesor sobre el tema de la nueva evangelización. Habló del segundo milenio, pero no cabe duda de que ya estaba pensando en el tercero. Bajo su guía hemos entrado en este nuevo milenio del cristianismo, tomando conciencia de la constante actualidad de su exhortación a una nueva evangelización. Con estas breves palabras estableció el fin: despertar una fe “viva, consciente y responsable”. [...]

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4. En nuestra reflexión sobre el papel de los laicos en la obra de evangelización nos introducen las palabras de mi gran predecesor: “Los laicos pueden realizar su vocación en el mundo y alcanzar la santidad no sólo comprometiéndose activamente a favor de los pobres y los necesitados, sino también animando con espíritu cristiano la sociedad mediante el cumplimiento de sus deberes profesionales y con el testimonio de una vida familiar ejemplar” (¡Levantaos, vamos!, p. 107). En tiempos en que –como escribió Juan Pablo II– “la cultura europea da la impresión de ser una “apostasía silenciosa” por parte del hombre autosuficiente, que vive como si Dios no existiera” (Ecclesia in Europa, 9), la Iglesia no cesa de anunciar al mundo que Jesucristo es su esperanza. En esta obra el papel de los laicos es insustituible. Su testimonio de fe es particularmente elocuente y eficaz, porque se da en la realidad diaria y en los ámbitos a los que un sacerdote accede con dificultad.

Uno de los principales objetivos de la actividad del laicado es la renovación moral de la sociedad, que no puede ser superficial, parcial e inmediata. Debería caracterizarse por una profunda transformación en el ethos de los hombres, es decir, por la aceptación de una oportuna jerarquía de valores, según la cual se formen las actitudes.

Tarea específica del laicado es la participación en la vida pública y en la política. En la exhortación apostólica Christifideles laici, Juan Pablo II recordó que “todos y cada uno tienen el derecho y el deber de participar en la política” (n. 42). La Iglesia no se identifica con ningún partido, con ninguna comunidad política ni con ningún sistema político; en cambio, recuerda siempre que los laicos comprometidos en la vida política deben dar un testimonio valiente y visible de los valores cristianos, que hay que reafirmar y defender en el caso de que sean amenazados. Lo harán públicamente, tanto en los debates de carácter político como en los medios de comunicación social.

[Insegnamenti BXVI, I (2005), 918, 922]